Voy a tu puerta, que aún
está abierta. Y tú estás sentada en un
mueble, allí, en la entrada de tu casa. No esperas a nadie, solo duermes. Traes
el rostro cubierto con una almohada o una manta. Da lo mismo. Te despierto y te
llamo por tu nombre. Tu sueño no había sido tan profundo. Me miras muy desconcertada,
pero todavía poco despierta. Mi voz está angustiada. Ahora me miras con
resentimiento, rencor y estás a punto de llorar. Yo también. No recuerdo si me
dices algo. Yo te pido que te pares y me abraces. Estoy a punto de decirte que
te he extrañado mucho, pero siento que me voy a arrepentir de haberte ido a
ver. Ahora soy yo el que despierta. Ya hace calor en Lima, el sol está intenso
afuera, pero por ahora no dejo que se filtre en mi habitación.